jueves, 3 de septiembre de 2009


Mientras la insomne pesadilla aprieta el gatillo, como lluvia copiosa, retumba en la habitación el desdén de las protervas dudas. Tan efímera como bella, es la existencia. Más puede ser tan banal y desapercibida, si no se ha probado, al menos por una vez; del dulce libre albedrío.

Transeúntes de la vida, presos de nuestros miedos, dudas, tropiezos con dos, tres o más piedras. Coartados a no pensar desde nuestro primer exhalo de aire. Desde la alborada más fría, hasta el ocaso más ardiente, hasta el final, cuestionando el sentido de lo vivido sinsentido, los errores.

Es hora de despojar las ataduras de la muerte en vida. Hilvanar los resquicios de los tiempos perdidos. Construir relojes de arena, y que ésta, llegue hasta el cielo. Desgajar las pesadillas y libertar los sueños prisioneros, que nos trajeron a este marjal de sollozos y desvelo. Tenemos el derecho a errar y remendar.

Mundano es el ser humano y trivial la vida sin libertad.

“Libres y salvajes”, eso es lo que somos.