"No podemos volver atrás, por eso cuesta elegir"*.
Dulce Esperpento.
domingo, 3 de abril de 2011
Vidas posibles. Posibles vidas.
"No podemos volver atrás, por eso cuesta elegir"*.
Mi dulce esperepento.
He desandado lo andado. He renacido y crecido. Y ahora, que he vuelto, no necesito pasear por Montmartre, para que la vida a veces, me resulte "ameliesca".
miércoles, 27 de enero de 2010
Mis certezas desayunan dudas. Y hay días en que me siento extranjero en Montevideo y en cualquier otra parte. En esos días, días sin sol, noches sin luna, ningún lugar es mi lugar y no consigo reconocerme en nada, ni en nadie.Las palabras no se parecen a su propio sonido. Entonces no estoy donde estoy. Dejo mi cuerpo y me voy, lejos, a ninguna parte, y no quiero estar con nadie, ni siquiera conmigo y no tengo, ni quiero tener, nombre ninguno. Entonces pierdo las ganas de llamarme o ser llamado.
Eduardo Galeano,"El libro de los abrazos"
Uno no se siente de aquí, o de allí. Uno se siente vivo o no se siente. Uno vive no sólo notando cada sístole, cada diástole; uno sabe que vive cuando cada pálpito tiene sentido, un "porque". Hay días que el corazón bombea, sí; pero no se sabe muy bien para qué; y la reminiscencia se apodera del sin sentido.
Quizás no es esto, esto no es; y cuando asumíamos con certeza el lugar donde estábamos, nos hayamos perdidos, y cuando se está perdido no sirve de nada ser de aquí o de allá, uno simplemente, no se siente.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Me gusta. El café, quiero decir. Sólo o con leche. Con, o sin hielo. Y poco de crema de whiskey… pero sin azúcar, por favor. Me gusta el tacto áspero, el sabor amargo… es como la vida. Nada como una taza en una cafetería de dos plantas, sentarse en lo más alto y meditar, observar, prorrogar el siguiente sorbo a la par que el cruce de palabras te lleva hasta la siguiente hora.
Me gusta el café, y su desvelo. Sobretodo esas noches que no quiero dormir, porque me acuerdo del frío noviembre, y el calor de diciembre. De tus brazos, tu sonrisa. No quiero volver a soñar que estás a mi lado, si despierto sola en el lado fresco de la almohada. Ni que de tu boca salga un te amo, si mañana volverás a ser el eterno desconocido que saluda por cortesía. No quiero verte vagando por la carretera si no me invitas a tu destino.
Café, arte de evitar los sueños irrevocables, compañero en el auspicio de que la noche se presenta larga. Café entre papeles, entre versos. Besos con café, o café con lágrimas. Aroma y tacto… placer banal de Dioses mortales, eso es café; vida, dulzura, amargura y muerte.
lunes, 5 de octubre de 2009
Los domingos suelen ser ese día vacío, que poco aliciente aporta ya al resto de la semana. Acarrean sinsabores, invitan a la desidia, a la reminiscencia del alma… También hay domingos que dan tregua, y te sacan de lo monocromático que resulta su prejuicio. Creedme, hay domingos que te dan un billete para soñar despierta. Porque verte sonreír más allá de un delirio en mitad de la noche, puede llegar a ser un buen regalo, sobretodo si es un domingo.
La cantidad de domingos que quise verte… y ahora, cuando volvemos a ser casi dos anónimos que cruzan palabras por cortesía, cuando cruzamos tímidas miradas que resbalan y no dicen nada; la vida me regala un domingo donde todo me resultaba tan familiar, como tu olor, o tu música... Todo evoca a las divagaciones que solíamos hacer aquel invierno.
Sigues teniendo esa forma de sentarte, de coger el vaso, y el inconfundible gesto del cigarro en tus labios. Así te seguía recordando. No me acostumbro a esta antonimia, tiempos muertos, yo tan cerca de ti y tú, tan lejos, como en todas esas estaciones que sólo te veía cuando no quería, en sueños. Prefiero mil veces pensarte así las tardes de domingo, que no en tu ausencia.
Y termino el día, con el agradable recuerdo que se forja al cerrar los ojos. Y despierto. Es lunes, todo asegura que no te veré. Lunes, insulso, y me duele la garganta. De gritarte en silencio todo lo que nunca te dije, lo que quiero y no puedo decirte.
Los lunes como hoy, se tiñen como un gris domingo, colmado de sinsabores, invitaciones a la desidia, la zozobra del recuerdo que no vuelve, y tu ausencia.
jueves, 3 de septiembre de 2009
Transeúntes de la vida, presos de nuestros miedos, dudas, tropiezos con dos, tres o más piedras. Coartados a no pensar desde nuestro primer exhalo de aire. Desde la alborada más fría, hasta el ocaso más ardiente, hasta el final, cuestionando el sentido de lo vivido sinsentido, los errores.
Es hora de despojar las ataduras de la muerte en vida. Hilvanar los resquicios de los tiempos perdidos. Construir relojes de arena, y que ésta, llegue hasta el cielo. Desgajar las pesadillas y libertar los sueños prisioneros, que nos trajeron a este marjal de sollozos y desvelo. Tenemos el derecho a errar y remendar.
Mundano es el ser humano y trivial la vida sin libertad.
“Libres y salvajes”, eso es lo que somos.